lunes, 9 de febrero de 2015



¿Quien era? ¿Quien soy? y ¿Quien quiero ser?

Mi nombre: Luis Mario Chávez Aceves. Decir quién era es aludir casi en su totalidad a mi infancia, infancia de muy pocos recuerdos claros. Pero se trata de no menos que de un punto de partida, pues en lo que podría considerar mi pasado pase por ciertas “transiciones”. Trataré de abordarlo lo mejor que pueda.
Desde donde puedo recordar, de acuerdo a lo que sé, era una persona ligeramente menos retraída a lo que soy y aun así quiero suponer que se trataba de algo normal.
Siempre había sido una persona que se reservaba muchas cosas, infiero que en ese momento encontraba placentero estar solo, y esto tiene sentido si añado además que estaba demasiado concentrado en todo lo que tuviera relación con la escuela/lo académico. No le adjudico a mis padres toda la influencia que deviniera para que yo lo considerara algo importante, siendo un niño ya que yo mostraba interés autentico por ese tópico.
Con apenas unos años encima, la pregunta que actualmente es entorno a la cual girará la mayor parte de nuestra vida, -tomando el hecho de que durante la mayor parte del tiempo somos estudiantes o, mejor dicho “aprendices”-, para mí era  más como un capricho que conforme iba creciendo iba deformándose. ¿Por qué digo esto?, es simple, debido a que siendo menores no tenemos más opción que la de mirar y preguntar, cuando alguien ve algo que le despierta cierto interés no le es demasiado complicado, para él o ella enaltecerlo y eventualmente convertirlo en: “un modelo a seguir”. En mi caso, escuchar las palabras de un médico en la familia era algo muy emocionante viéndolo, como es de esperarse desde el aspecto de lo lucrativo. Tan convencido estaba de que quería serlo, que sólo me importaba decir: “Yo quiero ser esto cuando sea grande”.
Esta desde luego no fue la única respuesta que tenía cuando se me hacia esta pregunta, cuando creces muchas cosas en tu entorno parecen tener otro sentido, como si algún intruso hubiera entrado en lo que tu entiendes como tu mundo, independientemente de que tan limitado sea este y hubiera reemplazado lo que ya tenías memorizado por algo completamente nuevo. Luego de un tiempo quien sería mi centro de atención, o un espejo a través del cual verme, sería mi padre. Estoy seguro que se puede generalizar aquí, cualquier persona a la que le guste lo que hace, buscará la manera de aminorar o incluso ignorar los aspectos negativos de su trabajo, en su lugar muestra aquello que sirva para que quien no sepa del tema, piense sin lugar a dudas que se trata de algo muy interesante. Siempre quería aprender lo que él sabía, me encontraba rodeado de personas que habían logrado aprovechar los conocimientos que su época les pudo brindar. En este caso se trataba de la computación, que a diferencia de la medicina ahora tenía algo más en que interesarme que sólo las ganancias, gusto que perduró por mucho tiempo. Adentrándome a mis etapas académicas, resumiré las que me preceden. En la secundaria, en primera instancia no había mucho que destacar, al principio sólo me interesaba ir a la par de aquellos que eran, digámosle de alguna manera “los más inteligentes del salón”, en penúltimo lugar quedó lo que es ya un factor más que importante obligatorio: la convivencia.
No digo que no haya conocido a mucha gente, porque reitero que era (y creo que aún soy) una persona muy retraída. Tampoco estoy diciendo que no haya tenido personas a las que denominar amigos o amigas, supongo que simplemente no me llamaba mucha atención. Otra cosa que quisiera exponer, dado que no tenía más que la influencia de mis padres para explicarme, de manera burda ¿Cómo era el mundo? En aquel entonces, hubo mucho que pasé  por alto, cosas que no eran de mi entera comprensión. Por lo cual se me llamo en muchas ocasiones: ingenuo. Ser ingenuo tiene cabida en algunas etapas, pero para ese entonces ya quedaba muy fuera de lugar, motivo de mofas a veces estúpidas pero que más adelante me ayudarían a caer en cuenta de lo que ignoraba.
Continuando, durante la preparatoria buscaba de alguna manera convergencia con mis compañeros. El problema aquí es que, la preparatoria por antonomasia es conocida como: “la mejor época de un estudiante” lo cual interpreté como una última oportunidad para un todo, lo que estuvo cerca de hacerme seguir un estereotipo con el fin de estar en sincronía con mis compañeros. Uno de los más grandes errores que pude haber cometido. Claro que siempre fui movido por la curiosidad, pero nunca o casi nunca dejaba que fuera más allá, el querer imitar comportamientos, nunca ha sido lo mío, a menos  que, fuera algo que personalmente me llamara la atención   Aquí es donde aquella premisa que dice: “más vale tarde que nunca” tuvo cierto efecto en mí, de manera paulatina buscaba un desenvolvimiento como piedra base de en qué o quién me iba a convertir. Cada despedida me hacía caer en cuenta de mi susceptibilidad a la depresión, usando desde luego un término exagerado para referir un cambio de humor repentino, o una forma de responder a mi dificultad para acostumbrarme a un cambio de rutina, nuevas caras, nuevas actividades, cosas que de todos modos, luego de un tiempo dejaría de encontrar abrumadoras.
En esta etapa se nos incita a que decidamos de manera más sensata y visualicemos que queremos para nuestra vida, lo etiquetan con el nombre de “plan de vida”. La idea de ver a la computación no sólo como un oficio para mi manutención sino también como algo de mi completo disfrute, perecería al concientizarme de mi falta de destreza en algo tan primordial para el tema como eran las matemáticas.
Entendí que si carecía de habilidad con los números, me sería muy difícil permanecer en esa carrera. Tuve que buscar otra opción pues no contaba con mucho tiempo y no quería arrepentirme. Un gusto innato que no había mencionado la escritura. Yo lo veía como un simple pasatiempo pues nunca había considerado mi manera de escribir ni como buena ni como mala, simplemente propia. Aparentemente me encontré con personas que vieron en mí este gusto como una aptitud que fuese base para una carrera más sensata. Fueron el impulso para creer que era capaz de lograr grandes cosas. Fue muy gratificante.
Ahora bien, hasta este punto lo que podría figurar en el apartado de ¿Quién era? Termina aquí. Y aunque los próximos 2 puntos son ideas susceptibles a cambios, pienso que se puede hablar de ellos en forma conjunta.
En el ¿Quién soy? , se adentra el aquí y el ahora. Un individuo que forma parte del alumnado de un centro universitario, que por circunstancias no muy comunes llegó a ese lugar, ahora con 18 años de edad se especularía que se tiene consciencia de lo que se hace, que las decisiones que se toman son consideradas con tal carácter que todas las implicaciones son comprendidas y aceptadas. Pero no es así, el mundo no es el mismo por más de 5 minutos. Teniendo expectativas no quiere decir, que tenga sistematizado. Lo que quiero, como un protocolo que seguir. Tengo quizá tantas o más dudas que cuando tenía años menos, pero, en este momento es menester pensar con un mayor grado de cordura, así lo exige la institución, la edad y el entorno.
Es momento de desahogar la pregunta que personalmente considero la más difícil porque aún no tiene respuesta. ¿Quién quiero ser?, De acuerdo, lo que se espera de esta pregunta es exponer, que planes se tienen en un futuro que por definición es incierto. Yo creo que lo que yo quiero no es ni más ni menos que lo que probablemente quiere la mayoría. Ser autosuficiente, concretar este y los estudios posteriores, encontrando un empleo que me dé una manutención digna o si no fuese el caso, al menos suficiente. En adición, diré algo que estoy seguro diferirá mucho de las expectativas de otros a quienes se les hace esta pregunta. No busco vivir, busco sobrevivir, cualquier cosa que demandara precisar está fuera de contexto, no puedo asegurar ni percibir algo que podría no ser más que una fantasía. Por lo que si esto parece insuficiente, lo concluiré con las siguientes palabras: “no tengo idea”.

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