viernes, 18 de mayo de 2018

ensayo


¿El humano es bueno o malo por naturaleza?
Manuel Alejandro Cervantes López[1]
Introducción
En este ensayo analizaremos si el humano es bueno o malo por naturaleza, este es un tema que ya ha sido revisado por distintos sociólogos en distintas épocas, veremos diferentes puntos de vista acerca de este tema para intentar saber si la maldad es algo innato o por el contrario es algo que se aprende.
Desde mi punto de vista el humano nace con el potencial de ser tanto bueno como malo, creo esto
porque Freud ya nos había ofrecido una respuesta que decía que el ser humano está dirigido por dos instintos básicos, eros y tánatos: amor y muerte u odio. Lo que hacemos estaría determinado o motivado por cualquiera de los dos instintos.
Considero importante analizar esto porque hoy en día la sociedad sigue teniendo conflictos consigo misma al encasillar ciertas cosas como buenas o malas, cuando muchas veces todo es parte de nuestra naturaleza como seres, un ejemplo la homosexualidad, muchas veces se ha dicho que es algo anti-natural, o las personas tatuadas que suelen ser vistas en muchos lados como peligrosos, etc.

Antes de plantearnos la idea de si somos buenos o malos por naturaleza deberíamos preguntarnos qué es eso de la naturaleza humana, ¿realmente el ser humano conoce lo que es estar en un estado “natural”? Somos seres sociales por lo tanto desde el momento en que nacemos abandonamos nuestro estado (que para mí es el natural) pre civilizado, es cierto que en la historia de la filosofía algunos han formulado hipótesis sobre cómo era ese ser humano no civilizado.
Entre los sociólogos vemos distintas posturas.
Montesquieu decía que las leyes de la naturaleza, para conocerlas bien, hay que considerar a un hombre antes del establecimiento de las sociedades. En dicho estado, las leyes que se reciben son las de la naturaleza. En su estado natural, el hombre, tendría la facultad de conocer y sus primeras ideas no serían especulativas. Pensaría en la conservación. Un hombre así, sólo sería consciente de su debilidad y su timidez ante un mundo desconocido.  En estas condiciones cada uno se sentiría inferior a los demás o igual, de modo que nadie tendría razones para atacar a los otros. Y es así como la paz se convertiría en la primera ley natural. Su debilidad abriría el paso a sus necesidades y de esa manera nacería otra ley natural.  El temor, el placer, la atracción, el conocimiento, constituiría la tercera ley natural. Y el deseo de vivir en sociedad es la cuarta ley natural.
Tan pronto como los hombres se hallan en sociedad, pierden el sentimiento de su debilidad, termina esa igualdad que había entre ellos, y comienza el estado de guerra.[2]
Hobbes afirmaba, que en aquel supuesto estado de naturaleza, “el hombre es un lobo para el hombre”[3] en ese estado sin organización ni nada que pueda controlar a las personas prevalecía una guerra continua de todos contra todos. Según Hobbes el ser humano es agresivo y egoísta, si tú tienes algo que yo quiero, pero no tengo te lo voy a quitar. No hay ley, ni ningún límite que impida que consiga lo que quiero, por lo tanto, si para conseguirlo es necesario que te mate entonces lo hare. Hobbes decía que para poder convivir se necesita un estado con el poder de castigar a quien sea, una ley autoritaria que controle el impulso agresivo que surge de la motivación egoísta de todos seres.[4]
Rousseau por su lado defendía que, en el estado de naturaleza previo al estado social, el humano es bueno y empático, porque si nosotros vemos a otra persona sufriendo, sentimos una inclinación natural a auxiliar. Decía que era un estado natural del hombre en el que es un habla y comprensión, sin preocupaciones y sin razón, sin lenguaje y sin hogar, ajeno a toda guerra y toda atadura. En este estado se mueve por dos impulsos básicos: el amor a sí mismo y la compasión. Es un ser inocente, como un niño pequeño. No hay separación entre lo que es y lo que parece. Define al hombre como un buen salvaje, un hombre primitivo que vive en paz y armonía con la naturaleza.[5]
 Entonces, según Rousseau ¿qué es lo que hace malo al ser humano? Lo que despierta la agresividad de las personas es el momento en que uno dice “esto es mío”, y así empieza la propiedad privada. Si esto es mío, entonces cualquiera puede decir, “pero yo también lo quiero” y así aparece la competencia, la envidia y la agresividad. El estado natural, escribe Rousseau en la obra antes citada, es “un estado que no existe ya, que probablemente no ha existido nunca, que tal vez no existirá jamás, y del que, sin embargo, es necesario tener conceptos adecuados para juzgar con justeza nuestro estado presente”.
Durkheim hablaba sobre el dualismo entre el cuerpo y el alma, decía que en nuestra individualidad siempre se enfrentan dos seres, uno sensible y egoísta que siempre busca satisfacerse a sí mismo, y otra entidad que sigue fines menos personales y se aleja más de la individualidad, ambas son completamente opuestas, pero el humano no puede vivir sin una de ellas, se complementan entre sí.
Señala que la concepción de lo sagrado surge de la fusión donde una pluralidad de conciencias individualidades entran en comunión generando una conciencia colectiva que es exterior al individuo y que lo coacciona aún y en contra de su voluntad. Esta conciencia es una prolongación de lo social en nuestra individualidad y contribuye a socializarnos y perseguir fines impersonales. [6]
Viendo las posiciones tan enfrentadas entre estos sociólogos analizaremos otra opción la cual dice que la naturaleza humana nos da la posibilidad de ser bueno o malo. ¿De qué depende? Volviendo a Freud que como ya dije en mi introducción él veía los impulsos más primitivos como el amor y el odio.
El reconocía ambos impulsos como necesarios. Necesitamos de ambos, para construir primero se necesita una destrucción constructiva en términos sociales, incluso individuales. Los artistas destruyen prejuicios cuando se crea una obra, así como una nueva teoría destruye otra que ya había sido planteada, incluso cuando comemos también estamos destruyendo. La violencia es una parte necesaria de la naturaleza humana, fundamental para defendernos y seguir viviendo.[7]
Erich Fromm, desde otro punto de vista también ofrece una respuesta conjunta. En “El corazón del hombre” plantea que, en realidad, “No existe una condición humana natural, no se puede decir que el hombre es bueno o malo, sino que existe un conflicto humano existencial: por un lado, somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son suficientes para la supervivencia. En cierto modo, resulta que somos los animales más vulnerables. Por eso nos organizamos en comunidades que nos dan protección, seguridad. Para poder formar esas sociedades echamos mano de nuestro aspecto racional: llegamos a acuerdos y consensos porque sabemos muchas cosas, nos conocemos a nosotros mismos y a los otros, y sabemos que entre todos surgirán conflictos. Además, sabemos que hay pasado, que existe un futuro donde me proyecto y sabemos también que vamos a morir. El perro y la hormiga no saben nada de eso, no sienten el conflicto, se sienten parte de la naturaleza y responden a sus leyes y nada más, sin pensar. Nosotros sí valoramos sobre si lo que hacemos es bueno o malo”[8], según esta información se puede inferir que el hecho de que seamos racionales y estemos más conscientes de todo lo que sucede es lo que nos hace sentirnos separados de la naturaleza, no nos unimos de forma total con ella como lo hace cualquier tipo de animal que solo están guiados por sus instintos.
Fromm hace énfasis en ese conflicto y frente a él plantea dos posturas:
Recuperar la unidad primordial, sentirnos uno con la naturaleza. Esta opción significaría una regresión hacia lo que hemos evolucionado porque significa que los impulsos y los instintos toman las riendas, la pasión seria la que mandaría en esa búsqueda de la unidad con la naturaleza. Es una búsqueda que nos quita lo humano y nos devuelve a un estado más animal.
Para progresar tendríamos que saber controlar todos esos impulsos que nos deshumanizan tratando de avanzar hacia una comunión humana pacifica que para mí sería una verdadera humanidad, y siempre teniendo en cuenta que nadie es bueno o malo y menos por toda su vida, todos somos capaces de cambiar, hacemos cosas buenas y malas casi por igual. Son las decisiones las que nos ponen a prueba, el elegir optar, lo hacemos por algo que nos puede humanizar o no, vamos por la progresión o la regresión.
Conclusión
Al final la sociedad es la que nos ha venido educando y civilizando dependiendo de nuestras pasiones individuales, lo que es bueno o malo solo es un concepto social que ha ido surgiendo a lo largo de los años, depende mucho del ojo con el que lo miras la concepción que tendrás acerca de esto.
Desde mi perspectiva el hombre no es ni malo ni bueno por naturaleza simplemente es humano, atraído por distintos objetivos, impulsos y deseos que otros tal vez no tengan, todos tenemos ese potencial de hacer el bien y el mal, podemos hacer lo que más nos guste, está en nosotros el sentir el deseo de vivir pacíficamente y con respeto ante la humanidad y el discernir lo que es mejor para nosotros y para los demás.
Concuerdo con Durkheim y Freud que decían en que el humano tiene ambas cualidades, y con Rousseau que mencionaba que la naturaleza humana probablemente no exista, porque siempre hemos tenido una conciencia que nos separa de la naturaleza  y no nos permite dejarnos llevar por sus leyes.
Somos criaturas instintivas, pero nuestros instintos no son tan buenos para poder sobrevivir, sin embargo para eso tenemos la razón, que es lo que más hemos desarrollado a lo largo de los años juntándonos como una sociedad en la que todos nos apoyamos y por lo cual hemos logrado sobrevivir por tantos años.
Como dijo Spinoza “para moralizar basta con no comprender”, cuantas veces no juzgamos algo sin saber el trasfondo de las cosas, nuestra individualidad resulta muy limitada para darnos cuenta de la realidad social, y más cuando hablamos de la complejidad que conllevan los deseos humanos.


[1] 1° “B” Sociologia alexcervantes991@gmail.com
[2] Montesquieu, C. (2015). El espíritu de las leyes. Madrid, España: Alianza Editorial.
[3] Hobbes, T. (2016). De Cive. Madrid, España: Alianza Editorial.
[4] Hobbes, T. (2009). Leviatan (2ª ed.). Madrid, España: Alianza Editorial.
[5]
Rousseau, J. J. (2012). El Contrato Social (2ª ed.). Madrid, España: Alianza Editorial.
[6] Durkheim, E. (1970). El dualismo de la naturaleza humana y sus condiciones sociales. In J. C. Filloux (Ed.), La science sociale et l’action (pp. 206-221). Paris, Francia: PUF.
[7] Sigmund, F. Obras completas de Sigmund Freud. Volumen XVIII - Más allá del principio de placer, Psicología de la masas y análisis del yo, y otras obras (1920-1922)
[8] Fromm, E. (2016). El corazón del hombre. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.

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